Perdido En El Siglo XXI
En esta crónica se intentó poner en carne viva lo que experimentó Cortés, un aventurero español, al llegar a un Buenos Aires futurístico para su época.
Sucedió en un instante, en un pequeño parpadeo. Abrió sus ojos y el dolor intenso que sintió en ellos, fue similar al que sentía en todo su cuerpo. Sentía que ardía, pero al mismo tiempo sudaba frío y tenía pequeños espasmos; le costaba respirar y sentía un agudo y aturdidor sonido incesante dentro de su cabeza.
Se encontraba entre hojas que parecían haberse quemado, algunas cubiertas de ceniza, otras totalmente convertidas en ella. Aún podía verse el hollín que se esparcía a su alrededor. Después de unos momentos luchando para concentrarse y lograr ponerse de píe, pudo ver que no había nada que pudiera distinguir a su alrededor, tan solo arbustos y unas rejas pequeñas que se encontraban rodeándolo; Había un camino de piedra lisa que comenzó a caminar hasta que llegó a una reja mucho más grande, que rodeaba lo que describiría yo como un punto de encuentro, que le impedía salir.
Intentó forzarla, pero era muy resistente y no cargaba con su espada, así que escaló sobre ella y saltó al otro lado. En la calle con cubierta de piedra se encontraban grandes objetos brillantes, que se estaban en orden, uno detrás de otro.
Comenzó a caminar sin un rumbo fijo, porque no tenía ninguna idea de donde se encontraba ni por que todo era tan diferente a como lo recordaba. Ni siquiera en Inglaterra se hallaban tan modernos edificios; aunque no eran tan refinados ni elegantes, eran altos y llamativos, algunos completamente sucios y descuidados pero todos ellos eran de piedra moldeada y no de mármol o cerámica como en aquellos enormes palacios. Aún no había visto a ninguna persona y él aún creía delirar, tal vez recibió algún golpe demasiado fuerte y por eso despertó en esas terribles condiciones.
Caminaba inseguro a través de cada calle, hasta que comenzó a oír un ruido que no reconocía, pero que era más fuerte que los gritos de un puerto o un mercado habitual. Caminó hasta allí y se encontraban los mismos objetos brillantes moviéndose a gran velocidad, logró distinguir a una o dos personas dentro de varios de ellos; todos de diferentes formas, colores, y tamaños. También había mujeres y hombres con ropa que se pegaba a su cuerpo, algunos mostrando grandes partes de piel, otros con sacos y ropa formal; pero aún así muy diferente a lo que él usaba. También distinguió una especie de multitud de jóvenes que se encontraban con mantos blancos y mochilas de colores en sus espaldas, todos yendo hacía la misma dirección.
La gente comenzó a notarlo y mantenía la vista sobre él, se sintió amenazado durante pocos segundos, hasta que decidió comenzar a exigir a gritos explicaciones; quiénes eran, por qué se le quedaban viendo, que era ese instrumento con lo que algunos se mantenían apuntándole; hasta que comenzó a enfadarse debido a que nadie le contestaba y solo una o dos personas repetían que se calmara. Un hombre decidió tomarlo del brazo y Cortés lo empujó inmediatamente; en el esplendor de toda su ira le escupió; “Maldito vasallo, quién os creéis para poner vuestra sucia mano sobre mí.”. Golpeo su rostro sin remordimiento alguno y comenzó a alejarse de aquel tumulto que él mismo había provocado; exaltado y confundido por todo lo que le rodeaba incluido el ruido aturdidor que no cesaba; se sorprendió cuando volteó y uno de esos objetos brillantes se acercaba a él a gran velocidad; se paralizó y luego del impacto y un par de gritos todo se desvaneció. Todo sucedió en un instante, en un pequeño parpadeo.
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